jueves, 5 de noviembre de 2009

MILLERIANA

Todos los días matamos nuestros mejores impulsos. Por eso nos entra angustia, cuando leemos esas líneas escritas por las manos de un maestro y las reconocemos como propias, como los tiernos retoños que sofocamos porque carecíamos de la fe para creer en nuestra propia capacidad, en nuestro criterio de verdad y de belleza. Todos los hombres, cuando se sosiegan, cuando se vuelven desesperadamente honrados consigo mismos, son capaces de pronunciar palabras profundas. Todos derivamos de la misma fuente. No hay misterio sobre el origen de las cosas. Todos somos parte de la creación, todos reyes, todos poetas, todos músicos; basta con que nos abramos, con que descubramos lo que ya existe.

Every day we slaughter our finest impulses. That is why we get a heart−ache when we read those lines written by the hand of a master and recognize them as our own, as the tender shoots which we stifled because we lacked the faith to believe in our own powers, our own criterion of truth and beauty. Every man, when he gets quiet, when he becomes desperately honest with himself, is capable of uttering profound truths. We all derive from the same source. There is no mystery about the origin of things. We are all part of creation, all kings, all poets, all musicians; we have only to open up, only to discover what is already there.

Henry Miller.

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